viernes, noviembre 23, 2007

TEATRO. EL RINCÓN DE GORDON CRAIG. Crónica sentimental de España. "El reinado de la elipsis".

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Espectáculo musical de Xavier Albertí con textos de Manuel Vázquez Montalbán.
Con: Lina Lambert, Montse Esteve, Titón Frauca, Oriol Genís, Xavier Pujolrás y Xavier Albertí.
Alcalá de Henares. Corral de Comedias. 18 de noviembre de 2007 .



Con la proverbial inteligencia y la ironía que le caracterizaban (publicado primeramente por entregas en la revista Triunfo, y con posterioridad en forma de libro en 1971) escribió Manolo Vázquez Montalbán un completísimo y fino análisis de las manifestaciones mas genuinas de la mitología y de la cultura populares en la España de la posguerra, en el que hacía un minucioso seguimiento al lento proceso de rearme espiritual, de atribución de una cierta racionalidad a las durísimas condiciones de la existencia cotidiana, -“reconstruir la razón de una convivencia” lo llamaba él-, del esfuerzo que los supervivientes de aquella hecatombe tuvieron que hacer para seguir viviendo en aquellos días aciagos y terribles de miseria y represión y para superar las aberraciones y barbaridades de que habían sido testigos o protagonistas a veces involuntarios.

Lo tituló Crónica sentimental de España y en él, junto a los mitos de la radio, de la literatura de consumo, de los toros, del fútbol y de otras formas de entretenimiento y evasión juega un papel esencial el análisis de las canciones populares, la indagación de su significado profundo como justificación de esa postura, por otra parte, comprensible, de mirar para otro lado, “de expresar su derecho a no comprender del todo las cosas”, porque por encima de todo había que seguir viviendo. Pues bien tomando como base esta minuciosa recopilación de letras de coplas, de cuplés, de pasodobles, de cuñas publicitarias incluso ha creado Xavier Albertí el montaje que ahora reseñamos.

El espectáculo es ejemplar por muchas razones, no siendo la menor de ellas el espléndido soporte musical que proporciona el piano del propio Albertí, o las interpretaciones de los actores, en solos, o a capella, o mediante el eficaz acompañamiento de percusión, cajas, otros instrumentos musicales menores, o la estupenda labor de recreación del contexto originario de tales manifestaciones artísticas a las que se confiere siempre un tono desenfadado, de sátira indulgente, como de chirigota carnavalesca, y de las cuales son buena muestra la parodia de Raphael –mágnífica, por cierto, descacharrante-, o la de Mi jaca, de Estrellita Castro, por poner sólo un par de ejemplos.

El espectáculo discurre con tino mientras sigue fielmente el planteamiento y espíritu al texto originario, pero superada la frontera de los años sesenta, que es donde se detiene el libro de Vázquez Montalbán, la pretensión de extender su sátira a nuestros días resulta, a mi juicio, fallida por una elemental falta de sentido de la perspectiva. Incurren, creo yo, en el mismo pecado que criticara el autor en la obra de referencia, para decirlo en tres palabras, caen de nuevo en el “reino de la elipsis” (concepto que acuño Vázquez Montalbán para hacer referencia precisamente a la estrategia permanente de ocultación del inmediato pasado ominoso y la realidad española de la época) por cuando recurren a los latiguillos de la sátira más tópicamente progre sustentada en numerosos olvidos ¿voluntarios? y mistificaciones. No quisiera resultar prolijo, pero en esa figuración del futuro político del mundo mundial y en esa enumeración caótica de los mitos carpetovetónicos de la moderna realidad española que constituyen las últimas escenas del montaje hay algunos errores de bulto y no pocas omisiones. Hombre, puestos a enumerar un problema ferroviario, yo no recurriría a “la estación del AVE de Guadalajara” (¡), sino al Carmelo o al estado caótico de las “cercanías” de Barcelona; junto al Rocío, pondría la Moreneta, junto al pasodoble minimalista, yo habría colocado una sardana naif o tecno pop, por ejemplo (¿o es que los catalanes no tienen memoria sentimental?), y junto a la impertérrita sonrisa del presidente Aznar o a la bobalicona de Felipe González, lo teníais a huevo hombre: la mueca del “Ubu president” o la sonrisa beatífica del presidente “Z”.

Gordon Craig.
20-XI-2007.


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