jueves, diciembre 28, 2017

TEATRO. Transitus. "E.C.M.'

Texto y dramaturgia: Roberto Mori, Susana Gómez, Teresa García y Rosa Manteiga.
Con: Roberto Mori y Teresa García (piano).
Diseño de luces: Manuel Fuster.
Dirección: Roberto Mori.
Alcalá de Henares. Corral de Comedias. 8 de diciembre de 2017.

ECM es el acrónimo de “Experiencias cercanas a la muerte”. Según testimonios documentados de personas que ha “vuelto a la vida” tras un tiempo en el que su cuerpo ha estado clínicamente muerto, parece ser que en esos instantes críticos el pasado discurre ante nuestros ojos vertiginosamente en forma de imágenes muy vívidas. Otros afirman que se atraviesa un túnel de luz, que el alma se separa del cuerpo o que familiares ya fallecidos se aparecen para darnos un último mensaje. Lo más común es que estas experiencias las relate el mismo sujeto que ha pasado por el trance (“transitus”) de la muerte, pero también hay casos en que el sujeto de la experiencia no es quien muere sino alguien muy allegado a él, que incluso en la distancia, tiene una aguda premonición de la muerte de su ser querido.
Este último supuesto, la experiencia vivida al parecer por el actor Roberto Mori con relación al fallecimiento prematuro de su padre (tras una operación de derivación de arterias periféricas en las piernas), mientras él se encontraba de gira con su compañía de teatro en Brasil es el que dramatiza la obra que comentamos.
No me es dado valorar la veracidad del testimonio ni su fiabilidad científica en el contexto del estudio de las E.C.M. Teatralmente hablando, el trabajo de Roberto Mori y su equipo de colaboradores que se estrenó anoche en El Corral de Comedias, tiene sus luces y sus sombras. Acusa la dificultad de reelaborar artísticamente una experiencia personal para trasladarla a la escena en formato teatral -por amplio que sea el concepto de teatralidad que invoquemos para dar cabida montajes como este-, y que pueda ser disfrutada por el espectador como una experiencia estética.
La obra se sirve de una multiplicidad de instancias enunciativas. Para empezar, combina el elemento textual con la música en directo de una pianista sobre el mismo escenario. Planteada como una confesión íntima de un actor que se presenta ante el público con su nombre y apellidos dispuesto a hacernos partícipes del shock emocional y de la honda transformación en su forma de enfrentarse a la realidad que supuso su encuentro cara a cara con la muerte, la acción bascula entre la inmediatez de ese relato en primera persona de los hechos en estado bruto (las expresiones de angustia propia y de los familiares, la denominación precisa de la intervención, duración exacta de la misma y de sus complicaciones o del día y hora de la muerte, etc.) y por otro lado el recurso a la representación figurativa a través de un personaje y sirviéndose de un cierto grado de ficcionalización. Coquetea, incluso, con la performance, cuando Mori ingiere el bebedizo que le proporcionó el chamán en Colombia para experimentar sus efectos ante los espectadores, no sin antes, en una pirueta típicamente circense, advertir de que entre el público hay una doctora dispuesta a inyectarle adrenalina si transcurre el plazo límite para volver en sí tras su viaje al reino de los muertos.
Reiterativa, a veces, y con algunas escenas confusas, la obra en su conjunto y el trabajo del actor están marcados por violentos contrastes: el profundo dolor y la desolación por la pérdida son seguidos por furiosos ataques de rabia y desesperación; éstos por escenas de calma y sosiego, o por estados de semiinconsciencia o euforia bajo los efectos de la droga, a los que suceden instantes en que la culpa atormenta al personaje que ha sido incapaz de compartir con la familia las horas tristes del duelo y ha intentado liberarse del dolor buscando consuelo en el alcohol y en los paisajes paradisíacos y en la exuberancia de los ritmos del Caribe o del trópico.
Particularmente emotivo es el momento en el que se entera del fallecimiento del padre; estremece esa sensación de anonadamiento, como si la tierra se abriese bajo sus pies. Y la salida a la calle y el descubrimiento, favorecido por una suerte de hiperestesia, de un mundo nuevo y desconocido hasta entonces, la revelación de la vida en torno con todas sus aristas y perfiles: la bondad y la maldad humanas, la generosidad, la alegría y la tristeza, la pobreza y la miseria, el bullicio callejero y hasta la turgencia de una piel morena entrevista por entre los pliegues de una blusa.
“Work in progress” lo llaman, es decir trabajo en formación, que el rodaje con público seguramente pulirá de elementos espurios para dar la verdadera medida de su capacidad para convocarnos a una reflexión serena sobre la muerte y sus variadas y complejas implicaciones.

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