miércoles, mayo 31, 2017

TEATRO. Verano en diciembre. "Buscando la felicidad desesperadamente".

Autor: Carolina África.
Con: Lola Cordón, Pilar Manso, Laura González Cortón, Carolina África y Almudena Mestre.
Escenografía: Almudena Mestre.
Espacio sonoro: Nacho Bilbao.
Dirección: Carolina África.
Madrid. Teatro Galileo. Hasta el 4 de julio de 2017.



Tras el éxito de crítica y público de Vientos de Levante (espectáculo del que dimos cuenta en El Heraldo a finales de febrero pasado) “La Belloch” teatro reestrena ahora en la acogedora sala Galileo madrileña el montaje con el que la compañía se dio a conocer al gran público hace apenas cuatro años: Verano en diciembre.

Guarda este montaje de Verano en diciembre tantas similitudes -temáticas y de poética escénica- con Vientos de Levante que pareciera que el primero no es sino un trabajo preparatorio para el segundo, en el que se habrían depurado un tanto los diálogos y la acción dramática habría ganado en concreción y dinamismo.

Estamos ante la misma vívida plasmación de la realidad cotidiana -ese hiperrealismo porteño, ese naturalismo de salón, que de la mano de Claudio Tolcachir, Pablo Messiez y tantos otros irrumpió como un ciclón en la cartelera madrileña hace unos años-, con unos personajes del común luchando a brazo partido para desembarazarse del lastre de los lazos familiares y para conseguir una porción, aunque sea pequeñita, de felicidad a la que creen tener derecho.

Ha dicho algún crítico -con razón- que Carolina África es una “exploradora de la ternura”, a lo que yo añadiría la indulgencia. En su universo dramático no hay lugar -todavía- para el odio, la maldad o el resentimiento. Los reproches de Teresa a Alicia y Carmen no dejan de ser un ocasional desahogo materno y no están nunca al servicio de una malévola estrategia de manipulación o de chantaje emocional; las bromas de Alicia y Carmen a Paloma, la tercera de las hermanas, son bienintecionadas y no esconden animadversión ni menosprecio y los desvaríos de la abuela son tratados siempre con humor, respeto y consideración.

Además, los personajes se encuentran particularmente cómodos cuando muestran lo mejor de sí mismos, como en el alborozo con que reciben nuevas de Noelia, la hermana ausente, por Skype, o en la divertidísima escena en que las tres hermanas se sinceran y revelan sus secretos más inconfesables, bromeando acerca de los demoledores efectos que tales revelaciones producirían sobre el pétreo edificio de la moral pequeñoburguesa de la madre. Ese latido de profunda humanidad se intensifica hasta hacernos un nudo en la garganta en el ultimísimo minuto de la función, en un desenlace que no por esperado deja de ser contundente.

Se trata de un texto muy pegado al terreno de la realidad cotidiana de una familia de clase trabajadora. Salpimentado con frases ingeniosas, el lenguaje, directo y desenfadado, bordea, ocasionalmente, en sus chistes y chascarrillos un costumbrismo obsoleto que, de todos modos, al público que abarrotaba la sala no pareció importarle, compensado, quizá, por la claridad del trazo con la que la autora dibuja ese entrañable cuadro de familia o por la excelente compenetración y el entusiasta trabajo de las actrices. Lola Cordón es sin duda la que despertó más simpatías entre el público como la abuela Martina, una viejecita frágil y condescendiente con síntomas manifiestos de demencia senil. Pilar Manso es Teresa, una madre protectora y un punto cascarrabias, tras su afán por controlar la vida de sus hijas y sus reproches se esconde un gran corazón. Genuina creyente, sus principios para enfrentarse a la adversidad: resignación, paciencia y sabiduría, constituyen toda una filosofía de vida. Laura González, Almudena Mestre y Carolina África, presentan una imagen convincente de sus respectivos personajes, Carmen, Paloma y Alicia. La primera, una joven franca y resuelta que se ha propuesto vivir a tope el presente y liberarse de las ataduras de la familia; independiente y extrovertida es el polo opuesto de la tímida y cohibida Paloma, el patito feo de la familia, cargada con la responsabilidad de cuidar de la abuela no tiene vida propia; con la autoestima por los suelos está a pique de caer en la depresión. A medio camino está la bonachona Alicia, de fracaso en fracaso sentimental trata de aferrarse a su arte para intentar independizarse y enderezar su vida.

Gordon Craig.

Verano en diciembre. Teatro Galileo.

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