Autor: Philippe Blasband.
Con: Cristina Higueras y Mireia Pàmies.Violonchelista: Marina Barba.
Escenografía: Alfonso Barajas
Dirección: Carlos Martín.
Madrid. Teatro Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa. Sala Jardiel Poncela.
Parafraseando la conocida sentencia bíblica y antes de que hagamos juicios de valor precipitados sobre la obra que nos ocupa, de asunto tan resbaladizo y escabroso, se me ocurre recordar a modo de advertencia que “quien no haya tenido alguna vez una fantasía erótica que tire la primera piedra”.
Al parecer, Lucas, cometió el error de confesar a Sonia, su mujer, en los tiempos en que la sinceridad imperaba en su matrimonio, su fantasía erótica más recurrente: la de una joven y atractiva secretaria de piernas interminables y senos turgentes, cuyo generoso escote le ofrecía promesas de felicidad absoluta cada vez que se inclinaba solícita sobre su escritorio para acercarle unos papeles. Ahora, una vez separados Sonia va a servirse precisamente de ese secretillo, de ese flanco vulnerable en las defensas del entramado erótico sentimental de su ex marido para satisfacer su deseo de venganza.
Para ello contrata a Nancy, una prostituta de lujo, a la que instruye convenientemente sobre la debilidad que siente su marido por las secretarias con aspecto de “lolitas” y a la que comisiona para que lo seduzca y así poder confirmar irrefutablemente sus infidelidades. Aunque su plan va mucho más lejos, pues incluye encuentros de las dos mujeres tras cada una de las citas para que Nancy la informe con pelos y señales de como han trascurrido esos encuentros clandestinos, desde los primeros escarceos tácticos en el café de la esquina hasta las más tórrídas escenas de sexo en sus modalidades y variantes más inverosímiles que, Nancy relata, por cierto, con la más absoluta naturalidad y desenvoltura.
A través de esos sucesivos encuentros se irán poniendo al descubierto los verdaderos propósitos de Sonia -que no voy a desvelar, para no arruinar el suspense-, su pasado, su grado de amargura y de animadversión hacia Lucas; y por extensión, el dolor, el odio y el resentimiento que acarrea a las parejas la ruptura de una relación. Nancy, por su parte, guiada por su instinto, a través de sus encuentros íntimos con Lucas y en su ambigua relación con Sonia iniciará un proceso de descubrimiento de otras facetas del erotismo (la ternura, el respeto, la comprensión, ...) que en el ejercicio de su oficio le habían estado vedadas.
A lo largo de la obra, Mireia Pámies, en el papel de Nancy, modula perfectamente ese proceso de transformación que experimenta su personaje abandonando progresivamente la actitud entre desafiante y chulesca con que irrumpe en escena, los modales toscos, el lenguaje procaz y el tono descarado e impúdico con el que da cuenta de sus proezas en la cama -y fuera de ella- hasta parecer otra mujer, tierna dulce y considerada.
Aunque no tan redondo su trabajo como el de Mireia -bien es verdad que el texto decae en ocasiones restando credibilidad a su personaje- Cristina Higueras aborda con solvencia su difícil papel de Sonia, una cultivada y sensible cantante de ópera, en la cincuentena, abandonada por su marido, hundida hasta casi la aniquilación por sus desdenes y su indiferencia. Nos proporciona escenas de gran intensidad emocional evocando momentos felices del pasado (como cuando entona una nana de Mendelssohn acompañada por Marina Barba al violonchelo), marcando distancias con Nancy o exteriorizando su rabia y su despecho cuando la ocasión lo requiere.
Gordon Craig.
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