De Romeo Castellucci. Societas Rafael di Sancio.
Textos de Romeo Castellucci y Claudia Castellucci. Con: Rascia Darwish, Gloria Dorliguzzo, Luca Nava, Stefano Questorio, Sergio Scarlatella, Manuela López Sánchez, Imán Padelano y Javier Troca.
Música: Scott Gibbons.
Dirección, vestuario y ambientación: Romeo Castellucci.
XXXIV edición del Festival de Otoño a Primavera. Madrid. Teatros del Canal.
Romeo Castellucci (Cesena, Italia,1960) que dirigió el año pasado en el teatro Real una controvertida versión de la opera Moisés y Aarón de Arnold Shönberg vuelve ahora a Madrid dirigiendo el montaje inaugural de la XXXIV edición del Festival de Otoño a Primavera.
El director italiano es ante todo un creador de imágenes. En sus montajes renuncia al argumento y a la individuación de personajes; al diálogo, incluso, en favor de la creación de imágenes impactantes que hieran la sensibilidad y la conciencia del espectador y le despierten de su indolencia y de su letargo inducidos a medias por la comodidad de la butaca y por la monótona reiteración en sus hábitos perceptivos. En su versión de Julio César, por citar sólo algún ejemplo de su ya larga y exitosa carrera, hacía recitar el famoso monólogo de Marco Antonio a un paciente de cáncer de garganta a través del conducto de respiración colocado tras ser sometido a una traqueotomía.
Go down Moses, parte de un episodio no menos truculento y cruel, el sangriento espectáculo de un parto de una mujer sola, encerrada en el exiguo e insalubre interior de un lavabo público antes de abandonar a su bebé en una bolsa en un cubo de basura. Los dolores del alumbramiento, las convulsiones, la visión de la sangre derramada en la más estricta soledad, remiten a lo que, según el autor, ha constituido la espoleta o el estímulo para la escritura de la pieza: la situación de absoluta desolación y desamparo de tantas mujeres que se ven obligadas por distintas circunstancias a tener que dar a luz en el anonimato y a abandonar a sus hijos a su suerte.
Pensando, quizá, en el relato del Antiguo Testamento (Exodo 2, 1-3), el de la esclava hebrea en el cautiverio de Egipto que, contraviniendo las órdenes del faraón de dar muerte a todos los hijos varones, dio a luz a su vástago, Moisés, y lo abandonó en las aguas del Nilo en una cestilla de mimbre, la protagonista de la obra de Castellucci, por un extraño delirio, cree que su hijo está destinado a ser un nuevo Moisés, que siguiendo el mandato divino vendría a librarnos de nuestra condición de esclavos.
Esclavos ¿de qué?, ¿de quien? Eso la obra no lo explicita aunque quizá se refiera a los mismos miedos ancestrales a enfrentarse con lo desconocido, con el misterio de la vida, de la muerte, de la trascendencia, ... , como sugieren esas espectaculares imágenes de una tribu de hombres primitivos, enfrascados en los mismos rituales de vida, muerte y procreación. ¿Arriesgado salto temporal en la estructuración de la trama? ¿Abrupto proceso de regresión psicológica a estadios de conciencia anteriores debido a la presión y a la ansiedad de la protagonista mientras es sometida a un escaner?
Que nadie espere respuestas concluyentes en este espectáculo. Quedémonos con la violencia -y la belleza-, perturbadora de unas imágenes enderezadas a remover nuestra conciencia, a afinar nuestra percepción de un mundo impredecible, como el movimiento errático de los personajes en la escena inicial, indiferente ante el dolor humano, como la actitud de los guardias en la comisaría, inhóspito, como el que trasmite el frío glacial de una sala de análisis radiológico, desolado, como el que se intuye tras la decisión de una madre de abandonar a su hijo. Un mundo de vértigo sometido a la velocidad trepidante y al atronador ruido de fondo de la máquina, que quizá impide oír la desesperada llamada de socorro de tantos hombres y mujeres que sufren.
Gordon Craig.
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