R. Eso es quizá lo que piensa la mayoría de la gente, especialmente si son jóvenes. Pero hay otros que se preguntan dónde fue a parar su trabajo y su honradez. Hace algún tiempo me internaron en un hospital de aquí, de Varsovia. Había más gente en la sala. Un día se entabló una discusión, ya típica, sobre la herencia del comunismo. Entre jóvenes y viejos. Los viejos se preguntaban, casi con lágrimas, cómo podía decirse que no quedó nada cuando ellos pusieron lo mejor de sí mismos, convencidos de que construían otro mundo. Los datos y todo eso indican que no quedó nada; pero hay esta perspectiva psicológica de las gentes que complica mucho los análisis: porque si no quedó nada del comunismo, no quedó nada de sus vidas: esto es lo que están diciendo.
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