Hace poco se editó un volumen de cartas de Saul Bellow.
Muchos de los personajes que allí
aparecen no son muy conocidos para el público español, pero hay algunas
cartas que Bellow compartió con algunos otros escritores amigos, entre ellos Bernard Malamud, que vale la pena disfrutar. El premio Nobel de 1976 me acercó a Malamud
a través de las misivas que ambos intercambiaron. Bellow despertó algo en mi
que es difícil de expresar, digamos que vivo de otra manera desde que he leído
al narrador de Chicago. ¿Y si eso me había regalo Below porque no me lo iba a
ofrecer Malamud?
Comencé mi paseo literario junto a Malamud de la mano de “El
dependiente”, una historia triste, dura, pero conmovedora y entrañable. Más
tarde encontré por casualidad en la biblioteca familiar un libro que mi padre
compró hace tiempo: “Las vidas de Dubin”.
Dubin es un escritor de biografías que se ha enfrentado a
grandes personajes: Lincoln, Thoreau, Twain, etc. Pero en esta ocasión está
escribiendo sobre D.H. Lawrence. Dubin, casado con una viuda y con dos hijos,
ve como su vida da un vuelco cuando se cruza con él, Fanny, una joven alocada e
inmadura, que se enamora del escritor.
El neoyorkino nos adentra en el mundo del escritor a través
de esta novela. A través de Dubin
conocemos cómo los estados de ánimo influyen en la escritura, cómo llegan sin
avisar los “bloqueos” de los que uno no es capaz de escapar, y con qué intensidad se viven las grandes tardes, mañanas y noches de insomnio, en las
que a uno le visitan las musas y no se puede parar de escribir. Pero, Las Vidas
de Dubin es mucho más que todo esto, es el amor, el amor tardío, son los celos,
es la consciencia de que la muerte se acerca, es la educación de los hijos, es la
infidelidad y sus consecuencias.
Para Malamud la escritura no tiene límites, su estilo se
basa en la libertad absoluta; comienza a narrar, y salta de atrás adelante, y
de delante hacia atrás, los personajes van enriqueciéndose página a página, y van cargándose de dudas,
enfrentándose a continuos momentos de incertidumbre. Tú, lector, sufres con sus
personajes, ves que van a tomar la decisión equivocada, pero no puedes hacer
nada para que cambien de opinión. Pero también Malamud nos regala algunos
brillantes momentos dónde su ácido humor nos permite esbozar una pequeña
sonrisa.
Una gran novela, sin lugar a dudas. El gran Bellow, sostiene en un carta que dirige a Malamud,
tras disfrutar de Las Vidas de Dubin, que: “veo mejor desde que leí a Dubin;
estoy demasiado agradecido por el placer que me has dado; un libro de primera
clase desarrolla en mi órganos que llevo en estado de latencia o ceguera".
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