De Santiago Sánchez y Hassane Kassi Kouyaté.
Espectáculo concebido a partir de la recopilación de historias eróticas africanas de Leo Frobenius.
Con: Claudia Coelho, Yolanda Eyama, Gorsy Edu, Sara Nieto y José Juan Rodríguez.
Dirección: Santiago Sánchez y Hassane Kassi Kouyaté
Teatro Salón Cervantes.
Leo Víctor Frobenius fue un eminente y controvertido etnólogo y
arqueólogo alemán de principios del siglo pasado que dedicó gran parte
de su vida al estudio del origen de las culturas africanas. Entre los
numerosos libros fruto de ese trabajo se encuentra El Decamerón negro,
compendio de historias eróticas africanas a partir del cual Santiago
Sánchez (fundador de la compañía L’Om-Imprebís) y Hassane Kassi Kouyaté
(colaborador de Peter Brook durante su etapa en la compañía Les Bouffes
du Nord) han elaborado el estimulante y desenfadado montaje que
comentamos, en el que el relato oral se combina con elementos del music hall y del espectáculo cabaret.
Se trata de un breve aunque ambicioso recorrido por el proceloso
piélago del erotismo y de la sensualidad, por el intrincado y misterioso
universo del deseo, en cuyo itinerario descubrimos las múltiples formas
en que en diversas culturas a lo largo de los tiempos se ha venido
manifestando la misma, perenne e irrefrenable atracción de los sexos:
desde la ingenua sorpresa ante la contemplación del cuerpo del otro o
los primeros contactos furtivos a las expresiones consumadas de una
sexualidad plena hetero u homoerótica.
El espectáculo discurre a buen ritmo aunque con inevitables
altibajos, debido a la mezcolanza de fuentes de inspiración de las que
nutre; a la fascinación de las historias iniciales inspiradas en los
mitos fundacionales sobre el origen y la separación de los sexos en las
tribus del África central o sobre arcaicos rituales de iniciación sucede
una amalgama heteróclita de historias que van desde las más exquisitas
referencias a la poesía renacentista, hasta las anécdotas más subidas de
tono sobre la morfología y atributos del sexo pasando por las pícaras
alusiones al ceremonial del cortejo y la seducción o a la eterna
rivalidad entre hombres y mujeres.
La música étnica afrocubana, la danza y un elenco multirracial añaden
al espectáculo un punto de exotismo que estimula nuestra imaginación.
Rotas, afortunadamente, las barreras, prejuicios y tabúes que llevó
aparejado tiempo atrás el descubrimiento de la negritud, ahora podemos
entregarnos con fruición a las más caprichosas fantasías que disparan el
esplendor y la voluptuosidad de los cuerpos sudorosos, el insinuante e
impetuoso ritmo de la percusión, la velada sugerencia, o el guiño de
complicidad que llegan del escenario, del lado de acá de la débil línea
que a veces separa el erotismo de la pornografía. “Habitantes de las
opuestas playas”, como escribía Dante, seducidos, de nuevo, por “los
vientos de la tierra sin sombra”.
Gordon Craig.
El decamerón negro en los Teatros del Canal.
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