Dramaturgias de la imagen.
José Antonio Sánchez.
Ediciones de la Universidad de
Castilla-La Mancha. 3ª Ed. Cuenca, 2002. Colección Monografías. 235 páginas.
Pese a haber
transcurrido 20 años desde la primera publicación de este libro (que conoció
una segunda edición en 1999) sus contenidos no han perdido un ápice de vigencia
desde entonces y continúa siendo un manual imprescindible en la bibliografía en
español como introducción al estudio de las artes escénicas del siglo XX, un
periodo particularmente fructífero en innovaciones formales. El trabajo
obedece, como el mismo autor indica en la nota introductoria a la tercera
edición, a su deseo de recuperar la memoria de un siglo de creación con el fin
de “situarnos críticamente ante el presente” y poder entender la enorme
transformación que ha experimentado la escena moderna tras el colapso del drama
burgués; un conjunto de innovaciones llamadas por su profundo calado a cambiar
radicalmente la faz del teatro occidental. Su lectura ayuda, asimismo, a cobrar
conciencia del pulso que mantienen desde principios del siglo pasado las nuevas
dramaturgias con las formas tradicionales, pugna que, como pone de manifiesto
una atenta mirada a la cartelera teatral del momento presente, está muy lejos
de inclinarse precisamente a favor de la renovación, a favor de un arte
escénico autónomo e independiente de lo dramático-literario.
Junto a otras
publicaciones suyas como La escena
moderna: antología de manifiestos y
textos sobre el teatro de la época de las vanguardias (también de 1999) el
libro que comentamos constituye un corpus textual que en conjunto supone una
aportación de excepcional interés en su campo de investigación no sólo por la
profusión de los datos aportados y por el rigor de sus análisis sino, y sobre
todo, por la novedosa perspectiva teórica adoptada, tributaria de una
concepción del teatro en el sentido más amplio posible del término, esto es una
consideración del teatro como “arte escénico”, superando así las limitaciones
del enfoque reduccionista que advertimos en estudios como los de Guerrero
Zamora -espléndido por muchos conceptos-, Rivas Cherif, Ricard Salvat o César
Oliva, sustentados en un concepto restrictivo de lo teatral, en una noción de
teatro supeditada en gran medida a los patrones de la literatura dramática.
De acuerdo con esta
perspectiva la estructuración de los contenidos del libro se realiza
obedeciendo a criterios estéticos a partir de un aparato teórico que se va
elaborando casi subrepticiamente y como resultado del análisis de las “obras” y
de una atinada labor de síntesis de las ideas y testimonios de los grandes
creadores de la escena del siglo XX; un aparato crítico codificado en una
terminología nueva también (cf. las nociones de “partitura”, “artefacto”, o
“ejercicios de silencio”, capítulos 3, 4 y 6 respectivamente) y acorde con el
nuevo paradigma formal generado para dar cabida a la costantemente renovada
tipología de realizaciones escénicas que se fueron sucediendo a lo largo del
siglo. La cronología está presente también, obviamente, aunque no se haga
expresamente uso de las periodizaciones ad hoc elaboradas por los
estudiosos e historiadores de la literatura (dramática o no) y del arte en
general; lo está explícitamente en el inventario final de las obras que se han
tomado en consideración para el estudio (capítulo 10), pero sobre todo en el
esfuerzo constante del autor por vincular las diferentes poéticas escénicas -si
puede decirse así- con los avatares sociopolíticos de la convulsa historia
europea del siglo XX. Aunque hay que decir, en honor a la verdad, que el mayor
esfuerzo está dedicado a establecer la concatenación intrínseca entre los
diversos movimientos o estilos, es decir, a explicar la labor de cada creador
como respuesta al trabajo de los anteriores, bien como síntesis o continuación
de unas búsquedas previas o como resultado justamente de lo contrario: como una
manifestación de rebeldía o de rechazo de las fórmulas empleadas por los
antecesores. Así, no se comprende el organicismo y la aspiración al teatro total
de Appia sin considerar el principio wagneriano de la síntesis de todas las
artes; o no se entiende el Living Theatre sin previamente haber pasado por la
síntesis activa de los planteamientos de Brecht o de la radicalidad de Artaud;
Asimismo, es explicable la reacción de Tairov y Vajtangov contra el naturalismo
impresionista de su maestro Stanislavski, o los planteamientos de Grotowski
como superación de las limitaciones tanto del teatro naturalista como de los
lenguajes corporales derivados de Meyerhol o Dalcroze, por poner sólo algunos
ejemplos.
La problematizacion
de la palabra como instrumento de comunicación en escena y su disolución en
movimiento y cuerpo; los radicales cambios en la concepción del personaje
dramático que culminan en su supresión como entidad diferenciada y su
asimilación al actor que se trasforma a sí mismo en escena sometiéndose a una
disciplina física extrema en las “performances”; los cambios que experimentan
la figura del dramaturgo, o la del director de escena; o los de la luz y el
espacio; o los constantes vaivenes de la idea general del teatro sustentada por
los creadores entre los que defienden la idea de un teatro total, como imagen
de una sociedad integrada, imagen asociada a planteamientos organicistas o
esteticistas (Appia o Craig) y aquellos que lo entienden como instrumento para
la consecución de transformaciones sociales concretas, o como arma política
(Piscator o Brecht) son otros tantos de los aspectos que se contemplan con
encomiable rigor a lo largo de las más de 200 páginas del libro, iluminadoras
siempre sobre cuestiones a veces controvertidas y/o relativas a dominios de la
investigación sobre la práctica escénica poco o nada transitados por la
crítica.
Parangonable por su
enfoque, por su lectura ágil y amena y por la lucidez de sus análisis al
espléndido Posdramatisches Theater, de Hans-Thies Lehmann (también de
1999) o a los estudios más recientes de la profesora de la Universidad Libre de
Berlín Erika Fisher-Lichte, (particularmente su Estética de lo preformativo,
de reciente publicación en español con introducción de Óscar Cornago, Ed.
Abada) no podemos por menos de recomendar este libro de José Antonio Sánchez,
imprescindible como manual de consulta para estudiosos y para aficionados que
quieran saber quién es quién en el teatro occidental en el siglo XX.
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