De Lope de Vega. Versión de Laila Ripoll.
Con: Marcos León, Teresa Espejo, Ana Varela, Mariano Llorente, Manuel Agredano y Antonio Verdú.
Compañía: Micomicón. Dirección: Laila Ripoll.
Música, canciones y bailes: Marcos León.
Alcalá de Henares. Corral de Comedias
Pero volvamos al montaje. Estamos, como digo en 1945, en un tabladillo de telones pintados que nos recuerda a los escenarios de ¡Ay Carmela!, tres miembros de una compañía de cómicos de la lengua ultiman los preparativos de la función que van dar, se supone que en una pequeña ciudad de provincias. Mientras esperan al resto de la compañía (al primer actor que habrá de interpretar a Lurencio y al “característico” que interpretará a Otavio) escuchan Radio Nacional; entre copla y copla, se cuela, para sobresalto general de los presentes unos acordes del Cara al sol ... Tal es el ambiente de época felizmente recreado, en el que enseguida, tras el exordio/apología de rigor a la ciudad que acoge el espectáculo, comienza a desarrollarse la obra con la aparición de Liseo y Turín en Illescas, camino de la villa y corte, donde el primero tiene apalabrado casamiento con una dama (boba) rica pero de armas tomar.
A partir de ahí se inicia este experimento metateatral, que añade a la ya de por sí compleja trama de la obra del Lope una nueva línea de conflicto al hilo de las dificultades de los personajes-actores con sus respectivos papeles (para empezar, es el bisoño traspunte el que tiene que hacerse cargo del papel de Liseo, por incomparecencia del actor principal), con el atrezzo o con el vestuario. Así, dos actrices y tres actores vendrán a dar vida no sólo a los múltiples personajes de La dama boba sino a los miembros del cuerpo de baile, músicos y tonadillera que amenizan los entreactos con canciones y danzas folclóricas de época y que hacen las delicias del respetable.
Y lo más meritorio de todo es que, entre tanto disfraz a cual más estrafalario, entre tanguillos, habaneras y referencias a los consabidos tópicos patrios al más puro estilo “castañuela 70”, va aflorando, atropelladamente a veces, el texto de Lope. Aquí y allá, incluso, entre alguna zafiedad que otra, hay ocasión para disfrutar de las potentes imágenes y del sonido cristalino de los versos del Fénix, como ese impresionante monólogo de Finea (aquí Ana Varela es más Finea que nunca) con el que se inicia del tercer acto y en los que se relata de manera magistral el poder transformador del amor: “¡Amor, divina invención / ... / Extraños efetos son / los que de tu ciencia nacen /... ... / pues los ingenios más rudos / sabios y discretos hacen ...”
Sólo con el profundo conocimiento de los clásicos que posee la autora de la versión y merced a su dominio de los secretos de la dramaturgia, demostrado en múltiples ocasiones, se puede conseguir este perfecto ensamblaje de elementos tan heterogéneos y adaptarlos a un elenco exiguo para conformar un espectáculo tan divertido; una tan regocijante chanza farandulesca.
Gordon Craig.
Gordon Craig en el Diario de Alcalá.
La dama boba, en el Corral de Alcalá.
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