Dirección e interpretación: Enrique Viana.
Piano: Daniel Oyarzabal.
Parece acertada la fórmula adoptada por el Corral de Comedias de combinar la exhibición de montajes estrenados en la Abadía con espectáculos de música y variedades, por lo general de pequeño formato, adaptados a las dimensiones de la sala y a los gustos del heteróclito público alcalaíno, un público agradecido que responde con llenos absolutos a esta singular iniciativa aun en medio de la crisis. Este acierto hay que hacerlo extensivo también a la inteligente y meritoria labor de gestión de audiencias y de promoción y difusión de los espectáculos basada en una incansable y bien encaminada labor de información. Nos felicitamos por ello porque el éxito es quizá en estos tiempos que corren el mejor seguro para garantizar la supervivencia.
El
de anteanoche es uno de esos montajes a los que nos referimos. A medio camino
entre el recital y el espectáculo de cabaret, la función (término un tanto démodé,
felizmente rescatado para la crítica teatral por Marcos Ordóñez) combina el
rigor y la seriedad del primero con el humor desenfadado y salaz del segundo,
en una versión un tanto edulcorada, para todos los públicos, vaya, comandada
por el showman y humorista Enrique Viana que es a la vez un estimable tenor, un
ingenioso monologuista y un transformista de mérito.
Sus
espléndidas interpretaciones de arias de ópera que van desde “La donna é
mobile”, de Rigoletto, de Verdi, hasta “Plus grand, dans son obscuritè”,
de La reina de Saba, de Gounod, están jalonadas por interludios
narrativo jocosos en los que Enrique Viana contextualiza tales arias hilvanando
un relato pícaro y jacarandoso con anécdotas de su invención sobre personajes
relacionados con el mundo de la ópera, salpimentado con chistes y chascarrillos
sobre múltiples aspectos triviales de la vida social y de su propia experiencia
artística. Maestro de la ironía y de la alusión, muchas veces sus gestos y
comentarios atrevidos o maliciosos sobre terceros o sobre su propio físico e
indumentaria, disparan la imaginación de los espectadores y son recibidos con
regocijo y con sonrisas cómplices. Pero como ya he dicho hasta sus veladas alusiones
eróticas o sobre la identidad sexual nunca llegan a ser escabrosas; su humor
puede ser salaz pero nunca grosero o soez. Su habilidad para la distorsión
paródica es portentosa y lo mismo puede caricaturizar el más nimio y banal de
los sucesos de la vida cotidiana que un episodio de trascendental importancia
para el desarrollo de la acción dramática en una ópera clásica; a este respecto
la figura del esclavo de la reina de Saba (en la ópera del mismo nombre) o la
transformación de un aguerrido soldado en la figura enclenque y afeminada de un
Boy Scout con un glamouroso trajecito malva y botas de montaña alcanzan cotas
insuperables de comicidad que el público jalea enardecido.
Gordon Craig.
Corral de Alcalá. Banalités y Vianalités.
Gordon Craig en el Diario de Alcalá.
Gordon Craig.
Corral de Alcalá. Banalités y Vianalités.
Gordon Craig en el Diario de Alcalá.
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