<< […] La belleza y la riqueza auténtica suelen ser baratas y despreciadas. El Cielo podría definirse como el lugar que los hombres evitan. […] [Las hojas de los árboles] Nos enseñan a morir. Uno se pregunta si llegará el momento en que los hombres, con su presuntuosa fe en la inmortalidad, yazcan con la misma elegancia y madurez. […] >>
Henry David Thoreau, “
Colores de otoño”, José J. de Olañeta, editor.
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