viernes, septiembre 07, 2007

TEATRO. Entrañas. "A vueltas con la memoría".


De Titzina teatre.
Con: Laia Martí, Pako Merino y Diego Lorca.
Dirección: Stefan Metz.
Madrid. Sala Cuarta Pared.



En ciertos ambientes culturales obsesionados, como el gobierno de Zapatero, con la recuperación de la dichosa “memoria histórica” (pese a que Historia y memoria son dos términos difícilmente compatibles), cualquier estímulo es bueno para el inicio de un reflexión sobre el pasado. Y uno tan válido como cualquiera puede ser el descubrimiento súbito de que se está embarazada, si a ello se añade, claro, el pequeño detalle de que nuestra abuela tuvo esa misma revelación instantes después de que su marido partiera para el frente del Ebro, del que -según sabemos de buena tinta-, no regresaría jamás ni vivo ni muerto, pasando a engrosar la lista de infortunados que tras la contienda se vino a etiquetar con el infame eufemismo de “desaparecidos”.



Este es el caso de Sole, la protagonista de esta historia, que mientras duda si comunicarle a Luis la buena nueva de su embarazo emprende una búsqueda en solitario por los archivos de la Guerra Civil tratando de averiguar el paradero de su abuelo, búsqueda que se confunde con la de su propia identidad como mujer y como madre y que desemboca en una ácida reflexión sobre la maternidad no deseada. Nada nuevo en ese fragmentario compendio de evocaciones y recuerdos del pasado que conforman la obra, que se salva, no obstante del tópico, por la sinceridad de algunas preguntas sobre la vida y por la visión premonitoria del negro futuro que nos aguarda como país si no aprendemos de nuevo a convivir en libertad, sin recelos y respetando a los demás y a nosotros mismos; son unas escenas escuetas, apenas esbozadas, breves flashes del caos, de la violencia desatada, que, no obstante, encierran la inquietante amenaza de una premoción.

Técnicamente es un espectáculo sobrio, de factura artesanal, en el mejor sentido del término: pocos elementos pero hábilmente utilizados y un buen trabajo de expresión bastan para transportarnos del pasado al presente en una multiplicidad de espacios, tiempos y perspectivas. El ritmo es rápido, y el correcto ensamblaje de los sucesivos cuadros y una efectiva ambientación sonora y visual dan lugar a escenas que apelan a situaciones de la más estricta cotidianidad sin que por ello pierdan un ápice de su funcionalidad dramática. Se trata de una poética que se nutre de un fuerte sentido de la realidad trascendido por un humor desenfadado, indoloro, que hace más próximos a los personajes y sus problemas. Y aunque a veces no podamos sacudirnos la sensación de lo dejà vu, de la reiteración y de quedarnos en la epidermis de los conflictos planteados, el montaje resulta estimulante y divertido.

Gordon Craig.

2 comentarios:

peterpanpais dijo...

Estoy hasta las narices del término "memoria histótica" en política. Me guío por la memoria de mis abuelos, las cartas de mis antepasados y las experiencias de gente de una edad, es decir, de aquellos que cuentan su realidad por cruda que fuera y no para ganarse votos. Tengo tentaciones de comprarme una grabadora y pasar horas y horas con mi abuela para, dentro de unos años, escuchar otra vez esas vivencias.
Intentaré ver la obra. Bsts

Doctor Brigato dijo...

Yo también estoy hasta las narices. La única manera de contrarrestar este fenómeno consiste en estar bien informado y leer bastante para que nadie nos dé gato por liebre...
Estas ínfulas de "reescribir" la historia sólo se las puede considerar de cobardes y de mal intencionadas...
Quien se deje engañar o le ciegue su partidismo, allá é...
Sigue con salud.
Bss