[...] Yo, al menos, aunque disponga de capacidad para disfrutar de muchas cosas, no he conocido nada mejor que el cine. Solo lo podría comparar al amor correspondido. Con la diferencia, de que este, antes o después, puede acabarse y el cine siempre estará ahí. Como refugio, éxtasis, ensoñación, droga suprema y sin resaca, entretenimiento, dicha, magia. [...].
Ahí sigue, después de tanto tiempo, por Carlos Boyero, en El País.
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