De Max Aub. Versión de José Ramón Fernández.
Con: Chema Adeva, Javier Carramiñana, Paco Celdrán, Bruno
Ciordia, Paco Deniz, Ione Irazábal, Borja Luna, Paco Ochoa, Paloma de Pablo,
Marisol Rolandi, Macarena Sanz, Alfonso Torregrosa, Mikele Urroz, María José
del Valle y Pepa Zaragoza.
Músicos: Paco Casas y Javier Coble.
Escenografía y vestuario: Mónica Boromello.
Dirección: Ernesto
Caballero.
Madrid.
Teatro Valle-Inclán.

Este ambicioso proyecto dramatúrgico de Ernesto
Caballero se corresponde con un no menos vasto empeño narrativo llevado
adelante por Max Aub durante sus años de exilio mexicano consistente en novelar
-nada menos que en seis largos volúmenes- el que sin duda ha sido uno de los
periodos más dramáticos de la historia de España, el de la Guerra Civil
(1936-1939). De este copioso material narrativo surgido de la experiencia personal
y política del autor durante el conflicto, el director del espectáculo y el responsable
de la versión, el dramaturgo José Ramón Fernández, han extraído un variado
muestrario de personajes y episodios significativos que en su conjunto
configuran un dibujo (un “mapa” diría Mayorga) ilustrativo de la realidad de lo
acontecido en aquellos días aciagos, revelador, en todo caso, del profundo
drama humano, de fractura de la convivencia, de destrucción, de sufrimiento y
de muerte que todas las guerras esconden tras el atronador sonido de los
himnos, tras el fulgor de los disparos y tras el cegador espejismo de las
ideologías.
“Creo que no tengo derecho, todavía, a callar lo que
vi para escribir lo que imagino” había consignado Max Aub en su prólogo a El rapto de Europa; y esta reflexión de
fondo esconde no sólo un dilema de orden moral sino estético del que toda
novela y todo teatro históricos no pueden zafarse fácilmente. Sobre el
historiador, que lo era, sobre las fechas, los nombres y los datos objetivos,
prevalece en El laberinto mágico el
Max Aub escritor que trata de universalizar su mensaje Nos encontramos una mezcla
de caracteres reales y ficticios -al modo de Galdós en sus Episodios
Nacionales-, por regla general ciudadanos anónimos con los que Aub
compartió penalidades y esperanzas; personajes del común, que junto a sus
dudas, su confusión, su impericia, incluso su torpeza, se mueven en la
adversidad impulsados por un impreciso sentimiento del deber y de la justicia
que les lleva a comportamientos heroicos y que representan, como colectivo, esa
reserva de humanidad en la que Max Aub cifraba pese a todo su visión
esperanzada y optimista de la vida.
El montaje de Ernesto
Caballero, refuerza, si cabe, con el poder sugeridor de las imágenes y de la
música la dimensión poética -“mágica”- del relato maxaubiano proporcionándonos
estampas de gran belleza plástica, algunas de alto valor simbólico como la que
abre el espectáculo, evocación del “toro embolado” de Campo Cerrado (primera de las novelas de la serie), otras de tono
más jocoso y castizo, como la del chusco batallón de peluqueros (los “fígaros”)
prestos a partir para el frente de la
Casa de Campo; otras, de intenso dramatismo, como la de la
encerrona de los guardias civiles a un destacamento de milicianos, la del
fusilamiento o la desoladora escena final en la que los últimos soldados leales
a la república mezclados entre los refugiados civiles se agolpan en los muelles
del puerto de Alicante esperando inútilmente la llegada del barco que les
permitirá salir de España y escapar a la saña de las tropas franquistas.
Estampas que tienen como escenarios principales a Barcelona, con sus
organizaciones anarquistas y su vida nocturna, el frente de Teruel y Madrid,
sobre todo Madrid, con sus intrigas políticas y su resistencia heroica.
Un numeroso elenco de
primeros espadas da vida con solvencia y entusiasmo a una turbamulta de
personajes algunos episódicos, otros de mayor enjundia, alternado escenas
corales con otras más íntimas, capitaneados, si puede decirse así por el médico
poeta Julián Templado (inmenso Chema Adeva), trasunto del escritor y vagamente
emparentado con el Max Estrella valleinclanesco de Luces de bohemia, presente en casi todas las escenas como una
suerte de conciencia crítica que va valorando los episodios rememorados sobre
los que proyecta una mirada entre nostálgica
e irónica y que sirve para darle cohesión y continuidad a las diversas escenas.
Efectivos en su sobriedad y versátiles para sugerir los muy diferentes
ambientes en los que se desarrolla la acción son la puesta en escena y el
vestuario de Mónica Boromello
y atinada, como queda dicho, es la ambientación musical Paco Casas y Javier
Coble, que versiona canciones del frente, marchas militares o tonadas populares
que los defensores de Madrid cantaban en las barricadas. Por no hablar de los
efectos especiales, fragor de los combates o descargas de fusilería. En general
un buen trabajo del equipo artístico en su conjunto que el público en su
mayoría valoró con su aplauso. A fuer de sincero, sin embargo, por lo que a mí
se refiere, he de consignar, que el espectáculo no logró concitar ni la
atención ni el grado de complicidad necesaria, salvo en ocasiones concretas,
para hacer del mismo una experiencia enriquecedora.
Gordon Craig.