"Este es un aspecto de la obra de Azorín que siempre deberemos agradecer: su labor de escritor puente entre el público profano y los grandes autores del pasado, esos que, petrificados en el panteón de la gloria, parecen demasiado remotos y egregios para satisfacer lo que el lector común espera legítimamente de un escribidor: que lo divierta y lo maree, que lo excite y lo intrigue, que le haga pasar gato por liebre y, por unas horas, lo arranque de la mediocridad del mundo real y lo traslade a las exaltantes comarcas de la ilusión".
Las discretas ficciones de Azorín, por Mario Vargas Llosa.
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