De Patrick Marber.
Con: Belén Rueda, José Luis García Pérez, Sergio Mur y Lidia Navarro.
Dirección: Mariano Barroso.
Madrid. Teatro Lara.
Con: Belén Rueda, José Luis García Pérez, Sergio Mur y Lidia Navarro.
Dirección: Mariano Barroso.
Madrid. Teatro Lara.

Dan es periodista en la sección de necrológicas en un diario de mala muerte y Alice una joven stripper. Se conocen en la clínica a la que éste la lleva tras haber sufrido un accidente y ella se enamora de él a primera vista. A raíz de esta relación Dan triunfa con una novela basada en la turbulenta vida de Alice; para entonces ha conocido y se ha enamorado de Anna, mujer madura, divorciada y fotógrafa de éxito, que ahora vive con Larry, médico dermatólogo al que conoció en una cita a ciegas, concertada precisamente por Dan -para gastar una broma a Anna-, después de una tórrida conversación que ambos habían mantenido en un chat porno. A su vez, Larry conoce a Alice en la fiesta de presentación de una exposición fotográfica de Anna y se queda prendado de ella.
A su manera, cada uno está insatisfecho consigo mismo y con lo que tiene y busca desesperadamente la felicidad fuera de su pareja. Más que el amor yo diría que lo que mueve a estos cuatro personajes solitarios, un tanto neuróticos y aquejados en buena medida de autismo afectivo -esa enfermedad de nuestro tiempo que diagnosticara Juan Manuel de Prada-, es un deseo impostergable de ser amados, la necesidad de comprensión y de ternura por parte del otro, más allá de la satisfacción expeditiva e inmediata de sus fantasías sexuales. Pero paradójicamente, y excepción hecha de Alice, que si sabe lo que quiere, todos ellos parecen incapaces de sobreponerse a este impulso primario, al placer fácil de la conquista, que se convierte en el mayor obstáculo para su ansiada estabilidad emocional y para satisfacer su ego inmaduro. Todos ellos se mueven en esa zona difusa en que libertad se confunde con egoísmo, amor con sexo y éxito con las mujeres con verdadera capacidad de amar. Por otra parte, todos parecen empecinados en conocer la verdad, hasta en sus detalles más íntimo y morbosos, aunque luego son incapaces de soportarla y caen, al sentirse traicionados, en los mismo extremos de animadversión y de desprecio por quienes creen ser los causantes de sus desdichas.
Estamos ante una alambicada trama de dobles parejas en exceso artificiosa, construida en progresivos avances y retrocesos de la acción que terminan cansando un poco; el ritmo, con todo, es ágil, con escenas bien construidas y un diálogo vivo e ingenioso que permite oportunidades de lucimiento no siempre aprovechadas por los actores. Sobre todo al principio la obra resulta un tanto fría, seca, aséptica; luego, a medida que se desarrolla la acción nos vamos familiarizando con los personajes, los términos del conflicto se van haciendo más explícitos y nos vemos arrastrados por las tribulaciones de estos pobres diablos que aunque lo aparentan, no son inmunes al dolor del desamor, a la soledad o a la traición.
Hay un solvente trabajo de actuación. Los personajes resultan creíbles, salvada, como se ha dicho, esa frialdad inicial; Lidia Navarro (Alice) y José Luis García (Larry), parecen mostrar más energía en sus respectivos papeles, aunque quizá pueda deberse a la idiosincrasia misma de los personajes: el primero un adulto inseguro y mordaz cuya despreocupación y buen humor están lejos de ocultar sus obsesiones sexuales y su rol de macho celoso; la segunda, en una directa y vulnerable émula de “Belle de jour”; ambos son más vehementes en sus manifestaciones aunque no menos necesitados de amor que Anna y Dan, la primera (Belén Rueda), fría, distante, rodeada de una aureola de respetabilidad que la hace aparecer como alguien que está más allá del bien y del mal; el segundo (Sergio Mur), un don nadie que bajo su jovialidad y aspecto inofensivo esconde a un aprovechado y un arribista un tanto infantiloide; ambos parecen asumir su infidelidad como la cosa más natural del mundo aunque no dejan de acusar los daños colaterales de sus escaramuzas amatorias.
Gordon Craig.
pos como sin que venir a cuento....te dire...
ResponderEliminarbuaaapoooo....
e que no se me ocurre otra cosa que decir
(cualquier dia destos haces una criba de mensajes y me borras)
beshitos
Muy buena crítica.
ResponderEliminarLo del autismo afectivo define muy bien la situación de muchos de nosotros hoy en día. La necesidad de amar y ser amado. El tiempo perdido.
Muchas gracias.
ResponderEliminarTodavía estamos a tiempo.