Con: Marta Belenguer, Sergio Caballero, Mamen García, Rafael Calatayud, Juli Disla y Carlos Amador.
Dirección: Rafael Calatayud.
Madrid. Centro Cultural de la Villa.

Pruden y Óscar han entrado en contacto a través de un “chat” y conciertan una cita en un restaurante para conocerse mejor. El encuentro acaba como el rosario de la aurora y ambos se refugian en sus respectivos terapeutas en busca de consuelo y para analizar las razones del fracaso. El azar quiere que vuelvan a encontrarse, sin pretenderlo, en una nueva cita a ciegas en el mismo lugar. Pruden quiere salir corriendo, pero Óscar se las ingenia para retenerla a su lado y poco a poco descubren que tienen algunas cosas en común, lo que augura una relación más estable y duradera. Cuando vuelven a verse, esta vez en la casa de campo de Óscar, una tercera persona se interpone entre ellos, Teo, el novio de Óscar, al que se suman, sucesivamente, la madre de Teo y los psicoterapeutas de ambos, que parecen conjurarse para que descarrile la recién iniciada aventura delos protagonistas.
Aunque la doctora Bornikoff, terapeuta de Óscar, alude a la Gaviota de Chejov para explicar el drama de Pruden, no hay nada chejoviano en esta comedia banal y disparatada; desde luego, no la fina ironía ni la socarronería del maestro, ni su capacidad de introspección psicológica. Pero tampoco el gracejo verbal, la finura o la elegancia de un Jardiel Poncela, con cuyos personajes estos podrían tener alguna relación, aunque solo fuera por su comportamiento extravagante y por una acusada tendencia al cliché en la expresión de sus sentimientos y emociones. Quizá pueda parecer excesivo decir que las conversaciones de estos pobres diablos que son Óscar, o Pruden, o Teo, adquieren su máximo grado de hondura cuando especulan sobre la textura de los helados de vainilla, pero, créanme, no andaríamos muy descaminados. Y es que desde la problemática planteada en la obra, pasando por la trama misma, o por las motivaciones que gobiernan el comportamiento de los personajes y el desarrollo de la acción, nada en este espectáculo escapa a la hegemonía del tópico y del lugar común, incluido un clímax caótico y artificioso, con disparos de fogueo del amante despechado y un desenlace predecible y edulcorado.
Manida es asimismo, la escenografía y la ambientación musical; sólo la vis cómica de Marta Belenguer (Pruden) o de Mamen García (doctora Bornikoff) dan lugar ocasionalmente a momentos genuina comicidad que el respetable agradece y que contribuyen a “salvar los muebles”. Por aburrida que resulten la programación televisiva con partidos de los mundiales de Alemania hasta en la sopa, montajes como este no animan a abandonar el fresquito del salón de casa en estas tórridas tardes de finales de junio.
Gordon Craig.
Una crítica muy interesante.
ResponderEliminarGracias por tu visita.
ResponderEliminarUno de los montajes más flojos de los que he asistido en toda la temporada.