viernes, octubre 10, 2008

TEATRO. EL RINCON DE GORDON CRAIG. El enfermo imaginario. "Farsa bufonesca".

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de Molière.
Con: Fernando Aguado, Eva del Palacio, Ana Burrel, Alejandra Llorente, Malena Gutiérrez, Diego Morales, Félix Casales, Gabriel I. Sánchez, Jorge Basanta y otros.
Espacio escéncio, vestuario y ambientación: Miguel Brayda, Eva del Palacio y Fernando Aguado.
Versión y dirección: Eva del Palacio.
Alcalá de Henares. Corral de Comedias. 5 de octubre de 2008.



Molière fue un genial creador de tipos que han pasado a formar parte de la galería de personajes inmortales que integran nuestro acervo cultural, como el “tartufo” o el “avaro”. Los personajes de la obra que comentamos no alcanzan, quizá, el mismo grado de espesor psicológico que aquellos, pero le sirven a nuestro dramaturgo para llevar a cabo un incisivo análisis de ciertos vicios y costumbres reprobables de su tiempo que, con frecuencia, lo siguen siendo también del nuestro. En este caso le toca el turno a los hipocondríacos, representados en la figura del protagonista, Argán, un pobre diablo obsesionado por la enfermedad que no puede sustraerse a imaginar gravísimas dolencias detrás de los más mínimos cambios de humor o de la más ligera indisposición; pero además de hacer burla de los aprensivos, El enfermo imaginario es una inclemente invectiva contra los profesionales de la medicina que, ayunos de cualquier ciencia positiva, se aprovechan de sus pacientes envolviendo sus escasos conocimientos en una vacua jerigonza más propia de nigromantes que de los seguidores de Galeno.

Más que un satírico implacable o un torvo moralista al estilo de Fenelón, fue Molière un cómico extraordinario que puso su conocimiento profundo del alma humana y su dominio absoluto de los recursos del humor y de la carpintería teatral al servicio de una dramaturgia ingeniosa y divertida, hilarante a veces, a ratos descarada, pero nunca soez ni chocarrera. De ahí que sea muy difícil encontrar el punto de equilibrio, el tono adecuado de farsa bufonesca que impregna muchas de sus obras teatrales y de ésta en particular.

Visualmente, el montaje de Morboria es irreprochable y acorde con una plástica que es marca de la casa por lo se refiere a la escenografía al vestuario y la caracterización de los personajes, a los que convierten en auténticas figuras de retablo de marionetas. Otra cosa es que esa estilización de la forma, soberbia, como digo, que da lugar a vívidos cuadros de inspiración galante, se lleve luego hasta sus últimas consecuencias y se integre en un genuino proceso de construcción de personaje. Con frecuencia, pese a los esfuerzos de los actores, la máscara no se percibe como una emanación espontánea de la realidad esperpéntica de los personajes; además, aquí y allá escenas o situaciones hilarantes en sí mismas se corrompen contaminadas por innecesarias referencias a elementos socioculturales de un contexto histórico inmediato, como las alusiones al “morir de amor” de Camilo Sesto o al conocidísimo y manoseado concurso televisivo del Un, dos, tres.

Pese a todo, el espectáculo proporciona numerosos oportunidades para el regocijo y la carcajada que el público agradeció y premió con su aplauso.

Gordon Craig.
7-X-2008.

El enfermo imaginario. Metropoli.

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